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Edad Oscura (1150-700 a. C.)
Todo el período que siguió a la destrucción final de los reinos micénicos, desde finales del 1200 a. C. hasta los inicios del s. IX a. C., casi cuatrocientos años, resulta difícil de conocer debido a la escasez de fuentes de información, por lo que ha conducido a denominar a esta época “Edad Oscura”.
Hacia el año 1200 a. C. la civilización micénica parece haber desaparecido. Los centros palaciales se hallaban en ruinas o estaban deshabilitados; y lo mismo ocurriría en otras partes del mundo griego. Las pérdidas culturales fueron catastróficas y permanentes, se rompieron los lazos comerciales y Grecia se vio inmersa en una verdadera edad oscura. Pero de estos siglos de oscuridad surgirá una nueva Grecia, radicalmente distinta.
Los modelos de integración social y política surgidos de la destrucción de los palacio-estado abrieron el camino a un nuevo tipo de gobierno estatal en Grecia, la ciudad-estado (polis), surgido en el s. VIII a. C.
Durante la primera parte de la Edad Oscura (1150-900 a. C.), Grecia fue víctima de incursiones, pero en la última fase (900-700 a. C.) fue testigo de una aceleración que culminó en un notable salto cultural.
Se puede hablar de diferentes fases dentro de esta época que vendrán a coincidir con las clasificaciones basadas en los estilos de cerámica. Así en primer lugar tendríamos un período submicénico, que abarcaría los tiempos inmediatos que siguieron al ocaso de los reinos micénicos durante el final del s. XII y el s. XI a. C. En segundo lugar, un período protogeométrico que englobaría la parte final del s. XI y el s. X a.C. Y por último, el período geométrico, que ocuparía el s. IX a. C. y entroncaría con el comienzo de la época arcaica.
En el mundo griego, los niveles de población habían descendido estrepitosamente. Las causas no se entienden muy bien, pero tendrían que ver con el hundimiento del sistema redistributivo y con el letargo económico generalizado que afectó a Grecia a comienzos de la Edad Oscura.
Con la desaparición de los palacios, también desapareció la organización económica y política centralizada. El poderoso wanax (“rey”) y sus ejércitos de oficiales, escribas y operarios que habían sostenido el sistema redistributivo también desaparecieron. Pero pese al hundimiento de la organización palacial, todo lo demás continuó.
Cuando los reinos micénicos se derrumbaron, las aldeas siguieron regidas por unos hombres llamados basileus, palabra griega que suele traducirse como “rey”, aunque el nombre más apropiado para estos caudillos de la Edad Oscura sería el de “jefe”, que designa a un hombre con menores poderes que los del rey. Así, la economía, el gobierno y otras instituciones sociales no experimentaron demasiados cambios durante esta época. Pero el ritmo se aceleró a partir de 900 a. C.
Ánfora funeraria del periodo geométrico reciente (S. VIII a. C.), procedente de la necrópolis de Dipylon. Característica de esta época es la aparición de la figura humana entre los motivos decorativos geométricos. Entre sus asas aparece ya representada la prothesis o exposición del cadáver en alto catafalco, con acompañamiento de deudos, plañideras y familiares.
Progreso y reorganización
El rasgo más característico de todo este período, sobre todo en las etapas iniciales, son los movimientos de población. Estos movimientos procedían tanto del exterior del ámbito egeo, como la llegada de los dorios al Peloponeso, como las corrientes migratorias internas, como la migración jonia a las costas de Asia Menor.
Otro de los cambios decisivos fue la aparición del hierro, que comenzó a sustituir al bronce como metal básico en armas y herramientas de todo tipo.
Durante este período algunas zonas sufrieron de lleno el impacto de la oleada de destrucciones masivas, mientras que otras áreas continuaron su existencia sin apenas experimentar cambios decisivos. Este será el caso de la región del Ática, que permaneció al margen de esta oleada.
Todo indica una cierta preeminencia de Atenas en todos los terrenos. Atenas se convierte en el punto focal de una red de comunicaciones con el exterior, en especial con las islas del Egeo y Chipre. Estos contactos con la cuenca del Mediterráneo oriental y la existencia de una continuidad política y económica fueron las bases del renacimiento cultural que se produjo hacia el año 900. Un momento caracterizado por el uso de un tipo especial de cerámica de gran calidad cuya decoración predominante de carácter geométrico ha dado nombre a todo el período que se inicia en estos momentos. Los cambios afectan al estilo decorativo y a la mejor calidad de su factura. Los círculos y semicírculos que predominaban en la decoración de la fase protogeométrica fueron sustituidos por una enorme abundancia de meandros, zigzags, rombos y otros motivos de carácter geométrico que se disponían en bandas a lo ancho del vaso. También se fueron desarrollando al lado de la decoración geométrica aquella con figuras de animales. Los más evolucionados dieron entrada a las primeras escenas figurativas con personajes humanos.
Uno de los fenómenos de este período es el poblamiento de las costas occidentales de Asia Menor por griegos procedentes de la península helénica. De hecho, esta zona sería más tarde, lugar de renacimiento griego de los s. VIII y VII a. C. y donde florecerían las primeras comunidades griegas de cierta importancia. Esta migración debió suceder en torno al año 1000 a. C.
El territorio reunía todas las condiciones adecuadas para que surgiera de modo natural la típica forma de vida griega: grandes valles de tierra cultivable, encajonados entre montañas, que iban a parar al mar siguiendo el curso de ríos como el Caístro, el Caico y el Meandro. La costa presentaba además buenos fondeaderos que podían servir como puertos y ofrecía además islotes y pequeñas penínsulas que resultaban adecuadas como protección y defensa.
A partir de 900 a. C. se aprecia una estabilidad en los asentamientos, con el desarrollo de nuevas poblaciones en las nuevas áreas de implantación. En este momento el tipo de ciudad era una especie de aldea, sin fortificaciones y sin edificios públicos, con casas construidas con adobes y con espacios descubiertos para el cultor de los dioses y como empalizada para delimitar el lugar sagrado, y también para las concentraciones de los hombres con fines comerciales o de comunidad.
En la Edad Oscura se revela la importancia del desarrollo de las aristocracias, conforme a un modelo de distribución del poder en el cual mandan aquellos que tengan linaje. En ésta época la monarquía como tal no existe, pero sí la asamblea como órgano político.
El tránsito de la Edad Oscura a la Época Arcaica, dentro de la formación de la cultura griega, presenta una influencia oriental. Esta transferencia se aprecia entre los años 750 y 650 a. C.
Los poemas homéricos
Se considera que el núcleo original de los poemas homéricos se elaboró en la Edad del Bronce, y que se fue alternado en el curso de la tradición.
Aunque no pertenecen de lleno a la Edad Oscura, los poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea, constituyen un documento imprescindible para el estudio de toda esta época. Su ámbito de referencia alcanza desde la época micénica, hasta el momento mismo de su descomposición, que pudo tener lugar en algún momento del s. VIII a. C.
Desde el momento de su constitución los poemas homéricos se erigieron en el auténtico modelo a seguir en todos los terrenos y constituyeron la fuente de la educación cívica y moral del pueblo griego. Homero contenía de alguna manera todo el saber de los griegos y constituía el instrumento principal de la formación y de la integración del individuo en el contexto social.
Se trata de poemas épicos, un tipo de poseía tradicional elaborada a través de un largo proceso de creación oral en el que intervinieron diferentes individuos. En el estadio final del proceso de composición épica que supuso su puesta por escrito, resultó decisiva la intervención de un solo poeta que compuso y reagrupó alrededor de un único tema una serie de episodios que circulaban por separado, uniendo unos a otros mediante encadenamientos lógicos y dramáticos. Este individuo fue un poeta llamado Homero.
La Ilíada tiene su tema central en la cólera de Aquiles, primero contra Agamenón por haberle arrebatado una de sus esclavas favoritas y más tarde contra Héctor por haber dado muerte a su compañero Patroclo. Las escenas de batalla se combinan con las asambleas de los dioses, en las que se toman las decisiones clave que afectan al desarrollo de los acontecimientos. También hay alusiones a la guerra de Troya, sobre todo en el año noveno de la contienda.
La Odisea tiene como tema central las andanzas de Odiseo por los mares en busca del regreso a su patria. Aquí el tono heroico del relato es menor que en la Ilíada. Odiseo solo cuenta con la ayuda de su hijo Telémaco, que prepara su regreso al hogar, y de la diosa Atenea, que le secunda en todas sus aventuras. El protagonista es además un tipo de héroe más moderno que Aquiles y que representa seguramente el espíritu de una nueva época. Acosado por dificultades de todo tipo, las va superando con astucia, paciencia y entereza, y demuestra además una enorme confianza en sus posibilidades.
Homero, autor de las dos grandes poesías épicas griegas - la Ilíada y la Odisea - s. VIII a. C.
Con todos sus condicionantes y limitaciones, los poemas homéricos nos permiten percibir un tipo de realidad histórica. En la Ilíada ha quedado reflejado todo un código de valores heroicos, punto central de toda la ética aristocrática que estuvo vigente a lo largo de toda la época arcaica y parte de los períodos posteriores. De acuerdo con este código, el objetivo vital era la consecución de la areté (la excelencia en todos los terrenos, que implicaba la superioridad sobre los demás), y se concedía la máxima importancia a la doxa (opinión social), que se derivaba del continuo ejercicio y exhibición de estas cualidades. Esta ética era de carácter esencialmente aristocrático, la cual imperaba en todas las manifestaciones vitales, desde la demostración de valor supremo en el combate, donde se prefería morir a la deshonra de la derrota, hasta el valor en las competiciones deportivas. Esta mentalidad será característica definitoria de toda la cultura griega y marcará el modo de vida y comportamiento de sus elites.