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Imperio Medio (2055-1650 a. C.)
El llamado Imperio Medio incluye tres dinastías: dinastía XI (2055-1985), dinastía XII (1985-1773) y dinastía XIII (1773-1633), cuyos faraones controlaron el poder egipcio durante cinco siglos. En este período el dominio egipcio se extendió desde Siria hasta Nubia.
El fundador del Imperio Medio es Mentuhotep II (2055-2004), quinto soberano de la Dinastía XI tebana. El primer paso corresponde a Mentuhotep, un príncipe del Alto Egipto que con la ayuda de sus vasallos del sur logró la reunificación política del país. El nombre de este faraón, que fue adoptado por tres o cuatros reyes de la dinastía XI, honraba al dios guerrero Montu, y en consecuencia, a la condición militar de sus portadores.
Para lograr el restablecimiento de la autoridad real y de la prosperidad económica interior, Mentuhotep II tomó una serie de medidas: en primer lugar, una enérgica política de centralización, que le llevó a la supresión de algunos principados hereditarios en el Alto Egipto. La capital quedó fijada en Tebas, de este modo el país volvía a estar unificado y con ello restaurada la economía con la apertura de las grandes rutas comerciales. Se creó un importante cargo administrativo: el de gobernador del norte. El poder central era de nuevo dirigido por el visir, que controlaba estrechamente a los funcionarios provinciales.
En cuanto a política exterior, Mentuhotep II reasumió las tendencias imperialistas de finales del Imperio Antiguo. Además de sus campañas contra los beduinos asiáticos, el faraón llevó a cabo otras contra la zona de Libia. En el sur, un reino independiente se había formado en Nubia. Contra él dirigió también una serie de campañas que le llevaron hasta la región de Uauat y que le aseguraron el control de Nubia hasta la 2ª catarata.
A la muerte del faraón, éste fue enterrado en un fastuoso templo-tumba que se había hecho construir en la orilla izquierda de Tebas, en Deir el-Bahari.
Estatua jubilar de Mentuhotep II descubierta en un cenotafio (sepulcro simbólico) del rey bajo su templo funerario. Gracias a que estaba envuelta en vendas, se han podido conservar los colores: las carnes pintadas con el negro de la resurrección, el rojo de la corona del Bajo Egipto y el blanco de las vestimentas del jubileo.
Deir el-Bahari, arenisca pintada, Dinastía XI.
Los sucesores de esta dinastía son Mentuhotep III (2004-1992) que tuvo un reinado próspero sin tensiones políticas y donde se dedicó a la construcción de templos y Mentuhotep IV (1992-1985), el cual hizo una expedición al wadi Hammamat para extraer bloques de canteras y fundar una estación naval en la costa del mar Rojo. Esta expedición la mandaba el visir y gobernador del alto Egipto, Amenemhat.
Será este visir quien inaugurará la Dinastía XII (1985-1773) gracias a una usurpación. Amenemhat I (1985-1956) establecerá la capital en la desconocida Ity-taui, en el centro del país y próxima a Menfis. Para evitar las guerras entre nomos, el faraón fijará los límites entre los distintos nomos y los declarará inamovibles. En política interna se esforzará por controlar las finanzas exigiendo contribuciones de los nomos. Al final de su reinado se realizarán expediciones a Siria, Palestina y Nubia. Para evitar posibles tentativas de usurpación asoció a su hijo Sesostris al trono. Amenemhat morirá asesinado tras el estallido de una rebelión palatina.
Sesostris I (1956-1911) desarrolló su reinado sin problemas. Aumentó el prestigio de la realeza y Egipto gozó de una gran prosperidad económica. Inició la revalorización agrícola de El Fayum y estableció relaciones comerciales permanentes con Asia. En política exterior envió expediciones comerciales a Punt, Siria y Palestina, pero también emprendió acciones militares como la conquista y colonización de Nubia hasta la 2ª catarata y las campañas contra los beduinos del nordeste. Emplazará el cargo de nomarca a personas fieles al rey.
Este faraón fue un activo constructor de templos y monumentos. Es el héroe, junto con Sinuhé, de La historia de Sinuhé, auténtica novela propagandística escrita en forma autobiográfica, donde se narran las hazañas, victorias y virtudes del monarca.
Le sucede su hijo Amenemhat II (1911-1877) que tuvo un reinado largo de más de 30 años, donde estrechará relaciones con Asia.
Su heredero será Sesostris II (1877-1870) uno de los máximos artífices de la explotación del oasis de El Fayum, ordenando la esclusa en Illahún y una presa que protegía el valle del peligro de crecida.
Sesostris I, 2ª rey de la DinastíaXII
Sesostris III (1870-1831) tendrá un reinado próspero y glorioso. Abandona la política pacifista para poner en marcha un programa de campañas encaminadas a controlar Nubia. Ahora se impone una política más centralizada creando unos organismos llamados waret (departamentos u oficinas centrales). A través de ellos se administra todo el país, valiéndose de una burocracia eficiente, vinculada a la persona del faraón.
Suprime el cargo de nomarca de manera definitiva, consolidando la reforma administrativa al establecer tres circunscripciones territoriales – Norte, Sur y Elefantina-Baja Nubia – que dependen directamente del visir, dirigiendo un funcionario cada una de ellas. Este faraón será el conquistador real de la región.
A efectos administrativos el país quedaba dividido en tres distritos (Alto, Medio y Bajo) coordinados por un “visir”, y una burocracia especializada sustituía a sacerdotes y escribas de su funciones tradicionales.
Se realizaba así la reforma estructural del Estado necesaria para la creación de un “imperio” en el exterior.
"Capilla blanca" de Sesostris I. Este rey llevó una vasta política de construcciones por todo el país, dedicando estatuas y monumentos a sus antepasados y restaurando templos. En Karnak erigió una magnífica Capilla blanca, un templito en períbolo que es también el primero de ese género que nos ha llegado. Los templos a períbolo no son lugares de culto, sino depósitos temporales para las barcas sagradas; se trata de una sencilla cámara circundada por un corredor (períbolo). En el caso de la "Capilla blanca" encontramos además una especie de podio al que se accede por medio de una escalinata.
Lo más admirable de este monumento son las representaciones en relieve de refinada elegancia; el rey se encuentra en compañía de varias divinidades, entre las que destaca el dios Amón, en sus diversas formas. KarnaK. Dinastía XII
El hijo de Sesostris III, Amenemhat III (1831-1786) fue el último gran rey del Imperio Medio. Durante su reinado floreció la agricultura y el comercio, y la economía se estabilizó, por lo que se iniciaron muchos proyectos arquitectónicos e iniciativas artísticas.
La dinastía XII terminó con los reinados de Amenemhat IV (1786-1777) y de la reina Sobeknefru (1777-1773) (el primer caso siglos en la historia faraónica) lo que parece indicar una falta de herederos varones para el trono de Egipto. Tras su desaparición se inicia la Dinastía XIII que protagonizará un momento excepcional en la historia de Egipto, debido tanto a su gran número de reyes (en torno a los 60) como a la escasa duración de sus reinados (este período se extendió un siglo y medio).
A pesar de la ajetreada sucesión real, la XIII dinastía no muestra indicios de crisis económica o inestabilidad sociopolíticas graves. La capital permanecerá en Itji-tawy y el aparato administrativo central se mantuvo sólido y eficiente.
La Dinastía XIII inicia un período de crisis denominado Segundo Período Intermedio que provocará la decadencia del poder central, ocupando los gobernadores un importante papel político. Esta decadencia será aprovechada por los hicsos, extranjeros procedentes de Palestina que pronto controlaron el poder del bajo Egipto, estableciendo la capital en Avaris. En el sur se mantuvo independiente el reino de Tebas que se convertirá en el nuevo motor de la reunificación gracias a Ahmosis.
En el Imperio Medio, Egipto conoció una de sus épocas más brillantes. El poder real, restaurado, hace que se propage la cultura egipcia fuera del país. Durante la dinastía XII la escultura alcanza la perfección. Los artistas del Imperio Medio sustituyen la imagen serena e impasible del faraón por la de un hombre al que los avatares de la vida y el poder han modelado su rostro. La fuerza realista de los retratos de Sesostris III y Amenemmes III es el mejor testimonio de la perfección y del universalismo del arte egipcio.
También es un período de confianza en la escritura, donde florecieron muchas formas literarias diferentes. Narraciones como La historia de Sinué (cuya popularidad se refleja en el elevado número de copias conservado), El náufrago y los fantásticos episodios del Papiro Westcar se escribieron durantel el Imperio Medio.
Así, tras el eclipse del Primer Período Intermedio, los faraones de las dinastías XI y XII supieron devolver a Egipto una prosperidad que se traduce en un desarrollo de la civilización egipcia en todos los ámbitos.