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Grecia > El Mundo Micénico

El mundo Micénico (1600-1100 a. C.)

Sobre el 1600 y hasta 1150 a. C. aprox, se desarrolló la llamada “cultura micénica”, que toma su nombre de Micenas, fortaleza del Peloponeso. 

La caída de Cnosos en los primeros años del s. XIV a. C. marcan el comienzo de la civilización micénica, tanto en la Grecia continental como en ultramar. Los centros más importantes de esta civilización cubren toda la Argólide, Mesenia, Laconia, Beocia, Tesalia y el Atica.
 

El tono fundamental que caracteriza a esta civilización es su gusto por la guerra y las actividades violentas. Se trata realmente de una sociedad marcadamente militarista, debido tanto a conflictos dentro del propio mundo micénico por el dominio de las mejores tierras o por el control de la riqueza mineral y comercial, como externo, por la presión ejercida por tribus nómadas. 

 

Tras unos tiempos de confusión, a partir de 1900 a. C., en los que se detecta la entrada de nuevas poblaciones en la península griega, el período propiamente micénico se inicia hacia el 1600 a. C. Desde esta fecha hasta el 1500 a. C. se corresponde con el período llamado de las tumbas de pozo. Se trata de las tumbas reales de Micenas, organizadas en dos círculos. El primero, llamado Círculo A, fue encontrado en una pendiente de la acrópolis, donde se hallaron seis grandes tumbas rectangulares, con sus dieciocho difuntos, y en cuyo interior han aparecido una gran variedad de objetos de oro, plata, bronce y piedras finas. Destacan una serie de máscaras de oro de tamaño natural, que estaban colocadas sobre el rostro del difunto; el segundo, el Círculo B, se encontró fuera de las murallas, y aquí los ajuares funerarios son más pobres.

 

Es el período formativo de la civilización micénica, en el que se manifiestan sus principales características: continuidad con los tiempos anteriores, progresivo enriquecimiento, una sociedad fuertemente jerarquizada a cuyo frente se sitúan príncipes guerreros; por último, unas formas artísticas en las que se mezclan el influjo cretense con las forma s locales y los productos exóticos del exterior. 

 

A partir del 1500 y hasta el 1400 a.C., la civilización micénica comienza a constituirse como una de las grandes potencias del Egeo, y en general, de toda la cuenca oriental del Mediterráneo. Al final de este período tiene lugar la ocupación de Cnosos en Creta y esta circunstancia supone un impulso decisivo para la organización de los reinos micénicos. Ese período se caracteriza sobre todo por el papel tan importante que representa lo minoico no solo en la cultura material, sino también en los modos de vida y en el aspecto sociopolítico. Lo que toman los heládicos de Creta es su estructura palacial como vertebración de la sociedad, la condición de marinos, la actividad comercial en el exterior, la escritura y muchos aspectos culturales, entre ellos los de carácter religioso.
Pero hay un elemento esencial en el Bronce Reciente: el militarismo. Ahora los caudillos se entierran con grandes espadas, lanzas y puñales; se adopta el carro de guerra, las ciudades van rodeándose de impresionantes fortificaciones a medida que avanza el período.
 
Los dos siglos siguientes (1400 a 1200 a. C.) constituyen el período de apogeo. Se construyen las grandes fortalezas y los palacios, se produce la expansión comercial hacia el exterior y se consolida la potencia micénica ente los dos grandes imperios del momento en toda la región, hititas y egipcios.
Una oleada de destrucciones masivas que se inicia hacia el 1200 a. C. marca el final de todo este mundo e introduce  una serie de cambios decisivos en toda la cuenca egea. Se abre un período de inseguridad y atraso que Grecia tardará en superar casi 400 años.
 

Estructura política-social

 

Podemos deducir que nos hallamos ante un mundo compuesto por pequeños reinos independientes, organizados en torno a un palacio, con una economía fuertemente centralizada y con una sociedad muy jerarquizada. Las impresionantes fortificaciones de la mayor parte de estos palacios nos explican la creciente rivalidad entre unos y otros. Sus causas debieron ser la lucha por el dominio de territorios colindantes, el control de las fuentes de riqueza o el propio saqueo o pillaje, una actividad muy practicada por parte estos reinos.

 

Los centros micénicos eran unidades políticas con un rey a la cabeza, denominado “Wanax” (señor de los palacios), a quien se reconoce una autoridad y un poder supremos de todo el territorio.
La estructura social comprendía señores locales, con sus propias tierras y grupos dependientes, encumbrados en su pequeño entorno, aunque dependientes del rey.
Así, tras la figura del monarca se encuentra el “lawagetas”, una especie de lugarteniente al mando general de las tropas. Alrededor de estas dos figuras principales se movían una serie de personajes de alto rango, denominados “equetai” (seguidores), que representaban las clases dirigentes de la sociedad micénicos.                .
 

 

Máscara de Agamenón, conocida con este nombre porque el arqueólogo alemán H. Schliemann pensó al descubrirla que se trataba de la que había recubierto la faz del héroe homérico. Procede de la tumba tumba V del Círculo A de la Acrópolis de Micenas.

Máscara de Agamenón. Micenas

La estructura territorial de los reinos micénicos, compuesta por un palacio como centro de un área rural más amplia, hacía necesaria la presencia de altos funcionarios. Este papel lo desempeñaron los “telestai”, una especie de terratenientes locales a cuyo cargo estaban los diferentes distritos administrativos en los que se dividía cada reino (Pilos, p. ej., contaba 16). Al cargo de estos distritos estaban unos gobernadores llamados “koreteres”.
 
En la base de la pirámide social se hallaba la propia comunidad, referida con el término “damos”. Se trataba de una masa compuesta de pequeños campesinos  que recibían en arriendo pequeñas parcelas, de cuyo cultivo debían dar cuenta al palacio.
Por último, parece que existió una cierta forma de esclavitud, que aparece con el término “doreo”. Parece que su mayor parte estaba formado por mujeres, cautivas procedentes de los saqueos, que se dedicaban a actividades en el seno del palacio al servicio de los gobernantes. 

 

Economía

 

La tierra es la principal fuente de recursos, y el sistema económico parece tener su centro en los palacios. La economía micénica es de tipo tributario, con la producción en manos de un “da-mo”. La tierra estaba controlada a través de varios sistemas: la “ke-ke-me-na ko-to-na” se identifica con la tierra común, mientras que la “ki-ti-me-na ko-to-na” se define como propiedad privada o adjudicada. Ambas estarían en manos de los poderosos. Por otra parte, está el “te-me-no”, la tierra regia o sagrada, definida como los campos consagrados a las divinidades y explotados en beneficio de los sacerdotes del templo. También hay un desarrollo de las actividades metalúrgicas y de la artesanía.

 

Se podría definir esta sociedad del tipo asiático u oriental, en que la masa de la población trabaja la tierra, en producción controlada por aparatos fuertes que centralizan en torno al rey y al templo.

Construcciones micénicas: Palacios y Tumbas

 

Las fortificaciones ciclópeas y el megarón son los dos rasgos más característicos de los palacios continentales. Los micénicos prefirieron los cerros dotados de buenas defensas naturales. El conjunto palacial no se organiza en torno a un patio central, sino que la distribución de las dependencias y la comunicación entre ellas obedece a las características del terreno.

Todos los palacios, con la excepción de Pilos, estaban rodeados de imponentes muros de fortificación, prueba manifiesta de la inseguridad de los tiempos. El acceso principal a estos conjuntos amurallados se hacía a través de unas puertas de entrada, flanqueadas por un estrecho pasadizo de altos muros. La más célebre es la Puerta de los Leones de Micenas. 

Los palacios que conservan vestigios más completos son los de Micenas, Tirinto y Pilos, incorporando todos ellos un modelo de vivida, el megarón. Se compone de un patio delantero al que da un pórtico sustentado por dos columnas; de ahí se llega a un pequeño vestíbulo a través de una puerta, y cruzando el vano se accede a la pieza principal, que es un gran rectángulo, con un hogar circular en medio; por encima del cual se abren ranuras para salida de humos. El megarón era a un tiempo cocina, comedor y dormitorio, y en los palacios, el principal lugar de estancia y recepción. 

 

Puerta de los Leones de Micenas

La Puerta de los Leones de Micenas, con tres enormes bloques de piedra en forma de dintel y un triángulo de descarga sobre ellas, se encuentran dos leones esculpidos en torno a una columna. De forma heráldica representan el poderío de la casa gobernante de la ciudad micénica. 
 

Otro de los rasgos distintivos de la civilización micénica son sus impresionantes tumbas. Constituyen un indicio claro de la jerarquía social. La forma más característica es la tumba tholos de estilo monumental, que sirvió de lugar de enterramiento para la familia gobernante y quizá para algunas de las clases dirigentes de la comunidad. Consistía en una gran bóveda de piedra, en forma de colmena, construida a base de hileras de sillares de piedra que van aproximándose hasta alcanzar la cima. Construidas por debajo del nivel del suelo, eran luego recubiertas con un enorme túmulo de tierra y se accedía a ellas a través de un largo pasadizo empedrado denominado dromos (corredor). Una gran puerta monumental de grandes bloques de piedra labrados constituía la entrada, que estaba ricamente decorada con espirales, discos y rosetas.

El ejemplo más conocido y mejor conservado es el Tesoro de Atreo en Micenas. Se trata de una tumba real de imponentes dimensiones. El nombre de Tesoro se debe a que así llamaron Pausanias y otros autores griegos, dado que pensaban que éste era el lugar donde los reyes micénicos guardaban sus tesoros. 

Tesoro de Atreo

Tesoro de Atreo de Micenas. Tumba real. Esta tumba-tholos está precedida por un dromos o corredor de 36 m . de longitud , con cámara y falsa cúpula. Está compuesta por 33 hiladas en saledizo y rebajadas con cincel. El cenit se cierra con una losa circular que sirve de clave a la bóveda. En uno de los lados se abre una cámara de planta rectangular que se considera el pudridero de esta tumba colectiva.

El resto de la población utilizó enterramientos más sencillos. Por lo general, se trataba de simples cámaras excavadas en la roca, a la que se accedía a través de un pequeño dromos. Estas tumbas solían ser reutilizadas. Los esqueletos anteriores se iban arrinconando para dar espacio a los nuevos muertos. Junto a los cadáveres se depositaban objetos de la vida cotidiana: adornos, cerámica, armas y figuritas de arcilla pintada. 

 

Religión

 

Algunos rasgos de la religión micénica son comunes  con la cultura cretense. Aunque son numerosas las referencias a las diosas cretenses, aparece una religión muy desarrollada que cuenta con sacerdotes y sacerdotisas que celebran cultos y presentan ofrendas a diferentes divinidades, muchas de ellas se han identificado con los dioses del panteón griego clásico como Zeus, Hera, Atenea, Poseidón,… Algunos sacrificios debieron de celebrarse en el propio megarón.

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en Creta, el wanax o soberano micénico no desempeñó un papel religioso fundamental. Las encargadas de proteger a la comunidad eran las diosas titulares del palacio y de la ciudadela como Hera o Atenea, que recibe el título de potnia (señora o soberana).

       Por último, hay que distinguir dos grandes niveles: el de la religiosidad popular, cuyo testimonio son las figurillas de terracota más simples, y el de la religión oficial organizada por los palacios que aparece reflejada en las tablillas, y cuyo testimonio serían las estatuas de terracota más grandes. 

Figurillas micénicas de terracota policromada. Son testimonio de la religiosidad popular. Aquí encontramos dos formas: en psi (con los brazos extendidos, en gesto de adoración) y en fi (con los brazos embebidos en el ropaje, en actitud de recogimiento).

Figurillas micénicas en terracota

El colapso final

 

Esta brillante civilización llegó a su término a comienzos del s. XII a. C. En estos momentos culminan toda una serie de destrucciones e incendios en cadena, que afectaron no solo al mundo micénico; desaparece del mapa el imperio hitita en Anatolia, Egipto es atacado desde el mar y muchos centros de la costa levantina sirio-fenicia son pasto de las llamas.

 

Hay que destacar que no todos los reinos micénicos fueron destruidos de forma simultánea. Algunos emplazamientos sufren incendios desde mediados del s. XIII a. C., como las casas exteriores a la ciudadela de Micenas o el palacio de Pilos. En torno al 1200 a. C. se produce una oleada más amplia: Micenas, Tirinto y Dendra en la Argólide, Crisa en la Fócide, Gla y Tebas en Beocia y una fortaleza de la zona de Acaya son destruidas. No puede tratarse pues de un general organizado coordinado desde el exterior, como se pensó en un principio. Los dorios eran los mejores candidatos para esta invasión exterior, a causa de su ocupación posterior del país y de la tradición legendaria posterior, que se refiere al retorno al Peloponeso de los heráclidas, o descendientes del héroe griego Heracles. 

Existe, por último, otro tipo de explicación que toma su base en la existencia de disturbios de carácter interno, bien en forma de guerras intestinas en el seno de los propios reinos, bien en forma de enfrentamientos militares continuos o de un levantamiento popular generalizado. La impresionante construcción de impresionantes murallas a partir del s. XII a. C. es un testimonio de las relaciones hostiles entre reinos.

El aumento creciente de la violencia debió ser el golpe de gracia a un sistema que probablemente había el límite de sus recursos. El modo de vida artificial de los antiguos centros políticos no fue capaz de sostener el esfuerzo y se fue produciendo el colapso gradual de todas sus estructuras.

 

Hay que distinguir sin embargo, el final de un sistema, el de los palacios micénicos, que se produce entre el 1300 y 1200 a. C., del final de una civilización, la micénica, que se mantuvo hasta el 1100 a. C. con un cierto nivel de prosperidad. Las consecuencias de todo ello fue una importante reducción de la población (quizás hasta un 10%) y un rápido declive cultural que originó un considerable retroceso de la civilización a todos los niveles. 

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