Antiguas Civilizaciones
Egipto > Época Tinita
Época Tinita (3100-2686 a. C.)
Las primeras dos dinastías (Dinastías I y II) forman la Época Tinita, ya que sus faraones eran originarios de la ciudad de Tinis en el Alto Egipto. Estas dinastías representan “un ciclo completo en la historia de Egipto”, en cuanto a unificación y disolución del país.
La época tinita contiene ya algunos elementos institucionales y sociales que caracterizan la historia posterior: la residencia real tiende a fijarse en el Delta, que predominará sobre el Valle durante más de cuatro siglos; la fundación de Menfis, en el N., prefigura la nueva capitalidad del inmediato Imperio Antiguo; la expansión hacia el N (Sinaí), S. (Nubia) y E. (Mar Rojo) preludia la futura política exterior faraónica, aunque todavía no sea más que una estrategia de defensa de fronteras contra las posibles incursiones de asiáticos por el NE o de libios por el NO.
En esta época ya se distingue una administración “nómica” (o provincial), relativa al gobierno de los nomos, y otra “palacial” (o central), vinculada a la residencia del faraón; pero los nomarcas (o gobernadores de los distintos nomos) son ya funcionarios reales.
La incipiente centralización del Estado llevada a cabo por la monarquía unificadora supuso en Egipto, como en otras áreas del Próximo Oriente, un fuerte impulso a los métodos y sistemas ligados a su mantenimiento: la escritura, como medio de control; la irrigación, como instrumento de poder; los ritos y símbolos religiosos, como legitimación del poder faraónico; el conocimiento práctico (medias, pesos, cálculo, calendario, observación astronómica) que, en un estadio precientífico, constituía el soporte técnico y cultural necesario para el mantenimiento y avance del nuevo Estado.
I
Hacia finales del IV milenio a. C. en el valle del Nilo se habían formado dos entidades políticas de carácter monárquico: un reino en el norte, o Bajo Egipto, con su capital en Buto y otro en el sur, o Alto Egipto, con su capital en Hieracómpolis.
Los enfrentamientos entre los dos reinos hacen que hacia el 3100 a. C. los hombres del sur emprendieran una ofensiva que terminaría realizando la unificación del valle del Nilo desde la desembocadura en el Mediterráneo hasta la primera catarata de Asuán.
Se trató de un proceso complicado en el que intervinieron varios reyes, el llamado rey Escorpión, considerado el primer rey egipcio, aunque no se sabe su auténtico nombre, y su sucesor Narmer.
Narmer, y otros monarcas que reinaron antes que él han sido incluidos en la Dinastía 0. Hacia 3100 a. C. el rey Narmer completó la unificación política de Egipto. Esta ruptura respecto a la tradición precedente, queda patente en dos ámbitos de la actividad cultural: la instauración del Estado dual y el inicio de la tradición de los anales y las listas reales.
Así, a comienzos del Período Protodinástico (c. 3050 a. C.) había un estado sofisticado y bajo el gobierno de un poderoso rey que estaba al frente de una floreciente burocracia y mantenía tanto su poder mediante procedimientos prácticos como por su calidad de depositario de un ministerio divino, la única persona capaz de comunicarse con los dioses. En este período el arte egipcio ya adquiere su carácter único, y mucha iconografía que se mantendrá durante toda la historia faraónica ya había sido creada.
La Paleta de Narmer, Dinastía I, es considerada como el documento que simboliza la culminación de la unificación política de Egipto y la instauración de la monarquía dual histórica. Hallada en las ruinas de la ciudad de Nejen (Hieracómpolis) en 1898, a escasos metros de la Maza del Rey Escorpión. Elaborada en pizarra verde, está tallada y decorada en sus dos partes, anverso y reverso.
La aparición del rey Narmer, nos viene dada por la conocida representación que lleva su nombre, la “Paleta de Narmer”. Esta paleta conmemora la unificación de las dos partes del antiguo Egipto bajo los gobernantes del sur. En una cara, Narmer lleva la corona del Alto Egipto y golpea a su enemigo; en la otra, lleva la corona del Bajo Egipto y camina percedido por su portador de sandalias y por un grupo de abanderados para pasar revista a sus enemigos vencidos y decapitados. Su iconografía está presidida por el serekb real flanqueado por imágenes de la diosa vaca Bat, asociada a la fecundidad y al orden cósmico. En el registro central, dos felinos de estilo mesopotámico, domeñados por sendos personajes, entrecruzan sus largos cuellos.
Una vez completada la unificación, la corte del nuevo Estado dual se instaló al sur del Delta, en la ribera occidental del Nilo: la ciudad de Menfis. El emplazamiento se encontraba en un punto de encuentro y “centro” simbólico de las dos mitades que conformaban el nuevo Estado, además de ofrecer importantes ventajas político-administrativas, económicas y comerciales.
Se le atribuye a Aha, identificado como Menes, el mítico primer rey de Egipto, sucesor inmediato de Narmer la fundación de Menfis y de la Dinastía I (3065-2890), con la que se abre el Período Tinita. La fundación de Menfis muestra la voluntad de los primeros reyes tinitas de aproximarse al norte y de integrarlo no solo por derecho de conquista al nuevo Estado, sino a una centralización del estado.
Esencialmente, el Estado estaba formado por la mera yuxtaposición de dos reinos, y el nombre de Horus que encabeza el protocolo faraónico era el único elemento ambivalente de la titulatura real.
A éste le sucede Uadyi (o Djet) “Rey Serpiente”. Den será uno de los principales reyes de la Dinastía I, siendo el primer monarca en usar el título de "Rey del Alto y Bajo Egipto", con lo cual el protocolo faraónico, que se iba estructurando, incorporó títulos de dos períodos predinásticos distintos, que quedaban así asumidos y fusionados.
De los dos reinos de Hieracómpolis y Buto se incorporaban: el nombre de nebti de Las Dos Señoras (Nejbet y Uto, protectoras de ambos reinos); y el de Rey del Alto y Bajo Egipto. Estos dos nombres, al anteponer a la diosa y al símbolo del Alto Egipto, recordaban la victoria de éste sobre el Delta. Finalmente, los faraones unieron la corona roja y la blanca de cada uno de los reinos predinásticos en una sola doble corona, el pschent, símbolo asimismo de la unión de ambos reinos.
El final de la Dinastía I vino caracterizado por una serie de problemas internos. Después de Den ocupó el trono su hijo Andyib, que fue sucedido por un usurpador, Semerjet, el cual a su vez fue derribado por Qaa, último soberano de la dinastía.
Los dos últimos faraones de esta dinastía tuvieron que soportar ya conflictos internos y rivalidades políticas que dejaron paso a la Dinastía II (2890-2686) tinita, constituida por otros siete faraones (Hotepsehemui, Reneb, Neteren, Sehemib, Senzi, Hasehem y Hasehemui).
El cambio de dinastía probablemente fue debido a una nueva orientación política en el exterior y a la rivalidad de cultos en el interior.
Con la Dinastía III comenzará el llamado Imperio Anitguo.
Horus, dios del Alto Egipto (izquierda) y Seth, dios del Bajo Egipto (derecha), anudan las plantas del norte y del sur del país como símbolo de unión entre ambas regiones. La unidad del territorio constituyó una obsesión para los monarcas egipcios de todas las épocas.