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Mesopotamia > Periodo neobabilónico

Período neobabilónico (626 - 539 a. C.) 

A comienzos del I milenio a. C. Babilonia tuvo que hacer frente a un nuevo expansionismo asirio, pero la política imperialista de Assur no implicaba la pérdida de instituciones propias de los pueblos dominados, por lo que Babilonia pudo mantenerse como reino o “estado vasallo”.
Pero la mayor amenaza a la integridad territorial de Babilonia provenía del Sur, de las tribus de arameos y caldeos establecidos cerca del Golfo Pérsico.
 

La configuración de un nuevo imperio, el denominado “neobabilónico”, fue obra de reyes de origen caldeo. Este pueblo, con ayuda de los elamitas, constituyó un reino independiente al sur de la región y en dos o tres generaciones consiguió avanzar hacia el norte, alcanzando Nínive en 612 a. C. bajo el reinado de Nabopolasar; la ciudad sería destruida y sobre las ruinas de la capital del reino asirio-babilonio se levantaría la del nuevo Estado babilónico-caldeo.

    Sería pues, Nabopolasar (626-605 a. C.), quien aprovechando los problemas sucesorios que vivió Asiria a la muerte del rey Asurbanipal,se sublevó y se proclamó rey de Babilonia, inaugurando la 11 dinastía de la ciudad y fundando el  Imperio neobabilónico.

Nabopolasar también fue un rey constructor, cuyos proyectos fueron completados por su hijo Nabucodonosor II, los cuales incluían la reforma de los templos de Mesopotamia y en especial la construcción del Etemenanki (Torre de Babel) de Marduk, en Babilonia.

Conoció solo una dinastía, perteneciente a la rama de los caldeos. Sus reyes, en especial Nabucodonosor II (604-562 a. C.) dieron el último esplendor a Babilonia, hasta que llegaron los persas.

 

 

 

 

 

 

Nabucodonosor II. Un gran monarca (605–562 a. C.)

 

Para Nabucodonosor II tres grandes soberanos de la historia de Mesopotamia fueron sus modelos de inspiración: Sargón de Acad, fundador del primer imperio de la historia hacia el 2334 a. C., Hammurabi, rey justo y engrandecedor del nombre de Babilonia y de su dios Marduk, y Nabucodonosor I, vencedor de los elamitas y de quien tomó su nombre. A partir de estos monarcas, Nabucodonosor II creó su propio modelo de rey, en el que se presenta como un gran conquistador, un hombre justo, un devoto de Marduk y un infatigable constructor.

 

Nabucodonosor II se propuso situar a Babilonia a la cabeza de Próximo Oriente, así venció a las tropas egipcias ( 605 a. C.) y diseñó un plan de conquistas de la región sirio-palestina. De las campañas en esta región, la más transcendente fue la toma de Jerusalén en el 597 a. C. La sublevación de los reyes de Judá contra el poder babilónico, supuso la destrucción de la ciudad y la deportación de judíos a Babilonia, así como la destrucción del simbólico templo de Jerusalén.
Al frente del país puso a Sedecías (597-586 a. C.), tío del anterior rey de Judá. Estos hechos dieron paso al que se conoce como el período Exílico del pueblo israelita.
La situación se estabilizó con la toma de la ciudad fenicia de Tiro (573 a. C.), tras un asedio de trece años.
 

 

Con el control sobre los enclaves del Mediterráneo oriental, Babilonia se convirtió en primer centro comercial del mundo próximo-oriental,  del que dependía en gran medida el abastecimiento ordinario de fenicios, egipcios y asirios, y del otro lado, arameos y persas. 

 

Con Nabucodonosor II el Imperio babilónico llegó a su máxima extensión, y la ciudad de Babilonia se convirtió en el centro político, económico, cultural y administrativo del Proximo Oriente. Trasformó la mayor urbe del mundo antiguo con obras tan importantes como la gran Vía Procesional (por ella desfilaba la estatua de Marduk en la fiesta de Año Nuevo), la Puerta de Ishtar o la reconstrucción del zigurat (identificado con la Torre de Babel del relato bíblico), entre otros monumentos. 
 

Los sucesores de Nabucodonosor II

 

Pero tras la muerte de Nabucodonosor, las disputas  internas resurgieron y las revueltas palaciegas acabaron con la vida de sus inmediatos sucesores. Por fin, en 555 a. C. Nabónido logró instalarse en el trono.

 

    Tras la muerte de Nabucodonosor II, en el 562 a. C. Babilonia conoció un período de inestabilidad, con la sucesión en el trono de tres monarcas efímeros: su hijo, su yerno y su nieto. Éste último fue víctima de un complot palaciego. El usurpador que ocupó el trono fue Nabónido (555-539 a. C.), el último rey neobabilónico. Parece ser que este soberano intentó modificar la religión oficial babilónica, que tenía como dios principal a Marduk, en favor del culto al dios luna Sin. Esta reforma provocaría la oposición del clero y generaría un descontento popular que sería aprovechado por los persas para invadir la ciudad en el 539 a. C.

Estela del rey Nabónido (555-539 a. C.) , último monarca neobabilónico. Nabónido lleva el sombrero cónico típico de la soberanía neobabilonia y sujera la vara real. La figura del soberano aparece solo con los símbolos divinos: Sin (la luna), Shamash (el sol) y Isthar (que se simboliza con el planeta Venus). British Museum. Londres

Estela del rey Nabónido

Un nuevo rey de origen persa, llamado Ciro, había logrado unificar a los pueblos de la región e iniciar las primeras campañas militares orientadas a construir el Imperio aqueménida. Tras la conquista del reino de Lidia, en Anatolia occidental (541 a. C.), Ciro, apodado el Grande, dirigió su mirada al Imperio babilónico. Una rápida campaña acabó con los ejércitos de Nabonido (539 a. C.).
En este momento la región pasa a ser provincia de un vasto imperio cuyo centro de poder se encontraba, por primera vez, fuera de la antigua Mesopotamia.
 
Desde el 539 al 331 a. C. las tierras mesopotámicas serán una provincia más de los persas. Con la llegada de Alejandro magno en el 331 a. C. pareció vislumbrarse una nueva esperanza, sobre todo cuando intentó convertirla en capital del imperio. Pero la inesperada muerte de Alejandro,  desencadenó la definitiva ruina de la ciudad. 

 

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