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Tercer Período Intermedio (1069-664 a. C.)

Este período de 400 años, que se extiende desde la Dinastía XXI a la XXV, puede considerarse como el comienzo de una nueva fase de la historia de Egipto. Se caracteriza por la fragmentación y la “feudalización” política y social. El gobierno centralizado fue sustituido por la fragmentación política y la reaparición de centros locales de poder; un flujo permanente de no egipcios (libios y nubios) modificó el perfil de la población, mientras Egipto redujo sus contactos con el mundo exterior.

 

La política expansionista de los Ramésidas incorporó en el ejército faraónico a gran cantidad de soldados y oficiales de origen extranjero, principalmente libios.

A comienzos del I milenio a. C., durante la dinastía XXI, el número de libios en el Delta era considerable. Algunos de ellos, los que habían ocupado puestos importantes al servicio del faraón, fueron integrados en la aristocracia egipcia. Sus descendientes, en cambio, se convirtieron en usurpadores del trono aprovechando la desmembración del reino que siguió a la caída de Rameses XI, c. 1069 a. C., último faraón de la dinastía XX.

Éste período a su vez, se puede dividir en tres fases sucesivas que podemos denominar época tanita (Dinastía XXI), época libia (Dinastía XXII a XXIV), y época etíope (Dinastía XXV).

 

Tanis: muros del templo de Amón

Tanis: muros del templo de Amón. Durante la Dinastía XXI, época tanita, la capital de Egipto fue Tanis, ciudad situada al este del delta del Nilo. Durante este período el gobierno fue una teocracia, donde la autoridad suprema era Amón. 

La época Tanita

 

La época tanita recibe éste nombre porque la capital queda establecida en Tanis, la ciudad de nueva planta del Delta oriental consagrada a Amón. El fundador del linaje de la Dinastía XXI fue Esmendes (1069-1043) que al parecer aseguró su legitimidad casándose con una hija de Ramsés XI. Durante su reinado se trasladó la capital de Pi-Ramsés a Tanis.

Se celebraron matrimonios entre la dinastía XXI y los sumos sacerdotes de Amón en Tebas y los dos linajes coexistieron más o menos en paz.

Durante este período el gobierno de Egipto fue una teocracia, en la cual la suprema autoridad política la tenía el propio dios Amón. Ahora los faraones solo eran meros soberanos temporales nombrados por Amón y a los que se comunicaban las decisiones del dios por medio de oráculos.

 

 

Durante los últimos años de la Dinastía XXI se registró el poder creciente de las tribus mashauash instaladas en el Delta. Una línea dinástica se habría instalado durante la Dinastía XX en Bubastis. Los miembros de ésta línea dinástica obtuvieron del faraón el mando supremo de las tropas mercenarias libias y empezaron a extender su influencia por el Valle. En circunstancias desconocidas, el “Gran Rey de los Ma”, Sesonquis, sucedió al último rey tanita Psusenes II (959-945) y fundó la Dinastía XXII.

La época libia

 

El advenimiento de Sesonquis I (945-924) señala el comienzo de la Dinastía XXII bubastita (945-715) y con ella de la época libia dentro del Tercer Período Intermedio. Este hecho señalará el comienzo de la dominación del país por extranjeros diversos. Así, tras los libios, Egipto conoció las dominaciones de etíopes, asirios, persas, greco-macedónicos y romanos.

 

La Dinastía XXII, que se consideraba legítima heredera de la Dinastía XXI, mantuvo su capital en Tanis. Su fundador, Sesonquis I, reforzó su poder en el Alto Egipto instalando a su hijo Iuput como gran sacerdote de Amón en Tebas; esta política sería continuada por sus sucesores, recuperando de éste modo el control del sacerdocio tebano. Su otro hijo, Nimlot, fue nombrado comandante militar de Heracleópolis. Con estos nombramientos consiguió restablecer el orden interno y reanudar la actividad económica y constructiva, así como la política imperialista en la zona de Levante. Se produce la toma y saqueo de Jerusalén (930 a.C.)

     El reinado de  Sheshonq I destaca por ser uno de los puntos culminantes del Tercer Período Intermedio, donde consiguió restablecer la autoridad política del rey y con ello, la unidad de Egipto.

 

 

Durante los reinados de los sucesores de Sheshonq se mantuvieron los esfuerzos por consolidar la unidad del reino; pero el creciente poder de los gobernadores provinciales condujo a un debilitamiento del control regio y a la consiguiente fragmentación del país.

           El proceso de descentralización continuó desde el s. IX al X a. C., mientras iba disminuyendo el poder la Dinastía XXII, al tiempo que las provincias gobernadas por príncipes reales y jefes libios se volvían cada vez más autónomas. La imagen política que emerge según avanza el Tercer Período Intermedio es la de una federación de gobernantes semiautónomos, súbditos nominales de un rey-señor.

 

La geografía política de Egipto durante este período revela indicios de una división norte-sur. Nuevas divisiones internas llevaron muy pronto a la formación de al menos dos nuevos señoríos libios, las Dinastías XXIII y XXIV, establecidas en Leontópolis y Sais, respectivamente, que reclamaron su propia autonomía y soberanía junto a la Dinastía XXII. Sus gobernantes reinaron más como caudillos tribales que como faraones egipcios tradicionales.

La época etíope

 

Mientras sucedía esto en Egipto, en Nubia había empezado a formarse un pequeño reino indígena, con capital en Napata, en la Cuarta Catarata. Los nubios ocuparon Egipto como Dinastía XXV, pero permitieron a los reyezuelos anteriores continuar como gobernadores en sus zonas de influencia principales.

                 

A mediados del s. VIII a. C. Kashta (760-747) adoptó la titulatura egipcia y su hijo Pianji o Peye, de origen etíope, emprendió la conquista de todo el Valle del Nilo, llegando hasta Tebas. La victoria de Pianji (747-716) supuso la reunificación de Egipto y la imposición de la dinastía kushita (Dinastía XXV), que durante 70 años había coexistido con representantes de las tres dinastías teóricamente anteriores.

      Los reyes nubios eran devotos de Amón, y su invasión de Egipto fue en parte una manera de restaurar la anterior supremacía de este dios. Pianji gobernó desde Napata, pero asumió todos los títulos egipcios y las formas faraónicas. Tanto él como sus sucesores llevaron adelante muchos proyectos arquitectónicos para gloria de Amón en Egipto.

 

 

 

Su hijo y sucesor Shabacón (716-702) tras controlar Menfis, trasladó la capital a Tanis, en el extremo nororiental del Delta, ante la constante presión asiria sobre el país. Taharqa (690-664), que destaca por haber cubierto Egipto y Nubia de monumentos, siendo el mayor constructor de los reyes etíopes, no pudo evitar que el ejército de Assarhaddon penetrara en Egipto en 671 a. C. y llegara hasta la propia Nubia.

Libios, nubios y etíopes, habían fracasado en el intento de perpetuar su poder, bien por disensiones internas, bien por imposición de un dominio extranjero.

 

Así, en 671 a. C. el rey asirio Asarhadon conquistó Menfis, y poco después Tebas cayó ante Asurbanipal. Cuando el rey nubio Tanutamón se rebeló, el rey asirio respondió con el saqueo de Tebas. La supremacía de los nubios había terminado, y con ella el caso del Tercer Período Intermedio.

 

Pero la dominación asiria no duró mucho. Un astuto príncipe logró convencer a los asirios de que era más ventajoso gobernar el país por medio de un noble egipcio que mantener en él a sus tropas. Los asirios se retiraron. Esta victoria la consiguió Psamético I, que fundó la Dinastía XXVI apoyado por las clases urbanas y por los comerciantes, y restableció la monarquía centralista.

 

Esfinge de Taharqa

Esfinge de granito de Taharqa (690-664 a. C.) Hijo de Pianji sucede a su hermano Shabacón. Fue unos de los más célebres soberanos de la Dinastía XXV, gran constructor cuyas obras son conocidas en Egipto y Nubia, en particular en Tebas y Napata

Con la expulsión de los asirios y la independencia de Egipto, podemos considerar que termina el Tercer Período Intermedio y comienza la Baja Época o Período Tardío de Egipto.   

 

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