Antiguas Civilizaciones
Mesopotamia > Origen
Los primeros asentamientos humanos estables surgieron en la Mesopotamia asiática, en el sur de la región, entre los cursos inferiores de los ríos Tigris y Eúfrates, unos 9000 años a. C. A esta desértica región se la bautizaría con el nombre de Creciente Fértil, al definirla como la zona donde surgió primero la Revolución neolítica (VIII milenio a. C.) y posteriormente la Revolución urbana (IV milenio a. C.).
Esta denominación cubre el arco territorial entre la Mesopotamia baja y Palestina. Fue en la zona de la Mesopotamia baja, donde surgieron las primeras comunidades urbanas que darían origen a las primeras sociedades estatales.
Estas tierras eran idóneas para posibilitar la subsistencia a grandes grupos humanos. Esto motivó que a finales del VII milenio a.C. , un poco después de lo que había ocurrido en el Norte de Mesopotamia, un grupo de colonos (procedentes de las estribaciones del Zagros) estuviera presente en las ricas tierras de lo que después sería Sumer, con ocupaciones típicamente neolíticas que conectarían con la fase urbana. Los establecimientos más significativos de la zona sur mesopotámica fueron los de Eridu, El Obeid, Uruk y Jemdet Nasr.
La aparición de la cultura de Eridu (5000-4500 a. C.) en el sur de Mesopotamia, que practicaba la agricultura irrigada, y que confiere una unidad cultural a los territorios que luego conoceremos como Sumer, Akkad y Elam, le sucede otra, la de El Obeid (4500-3500 a. C.), ya en un contexto protohistórico, se situará a la cabeza del desarrollo tecnológico y organizativo del Próximo Oriente.
Ahora, con una economía sedentaria y una distribución desigual del excedente, se desarrollarán los procesos de estratificación social y urbanización que llevarán a la aparición de la civilización, la sociedad de clases y el Estado. Las construcciones serán mayores, sobre todo las religiosas, que serán el eje y razón de ser de la comunidad agrupada en torno al templo.
En esta fase cultural la metalurgia prosperó y así la agricultura, gracias a las mejores condiciones técnicas (canalizaciones, laboreo) y al nuevo instrumental metálico, como el invento de una nueva hoz con pequeñas hojas cortantes de barro. La ganadería presenta un nivel de desarrollo, sobre todo en el régimen de estabulación.
Todos los especialistas coindicen en considerar que este período fue el primer estadio de la civilización sumeria.
Desde el 3500 a. C. se puede apreciar en el sur de Mesopotamia una nueva fase de desarrollo cultural, que conocemos como Uruk (3500-3200 a. C.), en la vemos una marcada polarización hacia una economía y una dirección política fuertemente centralizada. Este período se caracteriza sobre todo por la explosión demográfica que contribuyó al aumento del número de poblados, que acabarían evolucionando hacia verdaderas ciudades. El mayor número de gentes motivó la puesta en marcha de nuevas zonas agrícolas, gracias al arado, y a otras técnicas, como el carro de cuatro ruedas, y el mayor uso de la vela aplicada a la navegación.
El torno de alfarero, conocido en la etapa anterior, se perfecciona, con lo cual se facilitó la fabricación masiva de cerámica. La metalurgia domina el fundido y la aleación de algunos metales (cobre, plomo).
Estos inventos, controlados desde los templos, originaron el nacimiento de la artesanía y de una incipiente industria, con lo cual se produjo la especialización del trabajo y el subsiguiente desarrollo de un activo comercio. A ello se añadió, exigido por las necesidades administrativas de los templos, el invento de la escritura, y que apareció por primera vez en los templos arcaicos del nivel IV de Uruk, en una fecha imprecisa entre el 3500 - 3300 a. C.
En esta etapa la glíptica llegó a alta cotas de perfección técnica y belleza plástica, como se puede apreciar en sus cilindros-sellos. Estos objetos, que solían llevarse colgados del cuello, fabricados en piedras corrientes y semipreciosas, solían medir de 2 a 8 cm de longitud. Con ellos se estampillaban los recipientes de arcilla y más tarde las tablillas de barro, viniendo a ser su marca la verdadera firma personal de sus propietarios.
La cultura de Uruk, que marcó el nacimiento de la civilización urbana sumeria, se difundió ampliamente por toda Mesopotamia. Los poblados y ciudades del período de Uruk solían estar divididos en dos barrios, separados por una calle central cortada por otras en cuadrícula. Las casas solían ser de ladrillos crudos y solían presentar tres habitaciones, junto con un almacén. Bajo las casas se enterraba a los muertos con un rico ajuar de piedras semipreciosas y oro, junto a figurillas zoomorfas o antropomorfas.
En esta fase, la agricultura, la ganadería y la pesca estaban plenamente desarrolladas. En los establos y apriscos, las vacas y ovejas eran criadas para obtener su leche, carne y pieles; el arco y las lanzas con punta de metal eran empleados por los cazadores.
Gracias a los excedentes de producción primaria, el comercio mejoró y arribaron a Mesopotamia metales, maderas y piedras de distinta calidad.
Por estas fechas, la primacía del sur de Mesopotamia en el urbanismo ya estaba asegurada, culminando los procesos de urbanización entre el 3500-3200, cuando asentamientos como Eridu, Uruk, Ur o Nínive alcanzaron la categoría de ciudades.
El periodo de Yemdet Nasr (3000-2850 a. C.) el siguiente periodo arqueológico, supuso el desarrollo de los asentamientos urbanos pre-existentes y el crecimiento de otros centros como Shuruppak, Nippur, Kish o Eshnunna, que alcanzaron entonces el rango de ciudades. Este periodo se caracterizó por la aparición de la arquitectura palacial, por lo que produjo el nacimiento de la realeza, una élite político-militar diferenciada de la jerarquía administrativa de los templos.
Aquí se darán los primeros pasos para la creación de una organización política. Las manifestaciones materiales de este período se detectan en la zona sur y central de Mesopotamia, pero también aparece en algunas localidades del Norte, consideradas como colonias sumerias, pues el resto de los yacimientos continuaba bajo las influencias del período de Uruk.
Se asistía así, en esta época, a una disociación cultural entre el Sur y el Norte mesopotámicos. Pero la influencia de lo sumerio no se agotó en el Sur mesopotámico, sino que irradió a diferentes puntos: Irán, Siria, Anatolia, Palestina, Fenicia y Omán.
El período de Jemdet Nasr se alargó hasta el Dinástico Arcaico sumerio (2900-2340 a. C.), época ya de las ciudades-estados y dinastías consolidadas. Esta época trata de enmarcar desde finales de la cultura de Jemdet Nasr hasta la formación del Imperio semita de Sargón de Akkad.
Esta etapa va precedida en alguna fuente sumeria por una serie de dinastías, totalmente míticas, que sirvieron a los mitógrafos neosumerios para conectar su Historia propia, que comenzaría tras el cataclismo de un gran desastre (uru, el Diluvio), con el origen del mundo y con los dioses.
Tras el Diluvio, se inician en Sumer los tiempos históricos. Este nuevo ciclo de casi un milenio de duración, en el que la monarquía (la declarada oficial) fue ejercida por diez ciudades y una horda, puede ser dividido en tres grandes períodos (Dinástico Arcaico, Imperio acadio, Renacimiento sumerio).
Cilindro-sello mesopotámico
Creciente Fértil